miércoles, 1 de junio de 2011

"Miento de vez en cuando, supongo. A veces digo la verdad y no me creen, así que prefiero mentir"

Las maravillas de la Nouvelle Vague siguen crepitando en las mentes de los modernos de hoy. El cine, el arte en sí mismo nos continúa embelesando en todos los sentidos, incluyendo la estética. Cahiers du Cinéma fue el principio de todo. François Truffaut (uno de los más grandes genios de todos los tiempos), me deslumbró con Los cuatrocientos golpes. Desde entonces, desde aquél deslumbramiento brutal, Antoine Doinel y la Nouvelle Vague se colaron en mi vida como nuevos amigos que me habrían de adoctrinar en esto a lo que pienso dedicarme, en esto para lo que estoy estudiando, en este convulso y extraño mundo del cine. Existe otra manera de hacer cine, tan distinta a todo lo que pueda parecer deslumbrante, tan silencioso, tan sencillo tan profundo y tan auténtico. He de retomar mis clases de ballet clásico (el otro día traté de hacer el arabesque y el dichoso battement grand sin un resultado demasiado satisfactorio). El teatro también ha de volver y, por supuesto, mis queridas lecciones de francés. 

2 comentarios:

  1. Comparto tu fascinación por el autor, la película, el personaje y cada uno de sus pasos hacia el mar... Ese mar aparece en mis sueños. Todos lo buscamos. ¿No crees?
    Enhorabuena por tu blog. Un saludo,

    Martha A.

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  2. Martha A:

    Por supuesto, yo, en particular, siento que algo me ata al mar. El mar para mí es sinónimo de libertad y de sueños. Creo que eso pensaba Antoine cuando idealizaba el mar en sus paseos por París con su amigo René. Gracias por tu comentario. :)

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