miércoles, 20 de abril de 2011

Qué poca consideración...


Jeanne Hébuterne se mató. Así comienza uno de los capítulos de París no se acaba nunca, de Enrique Vila-Matas. Me gustó recordar a Jeanne. Fue pintora sí, de ojos inmensos y suicida precoz. Su cabello negro impregnado de bohemia caía suelto por su espalda en las fotografías que conservo de ella. Era, como antes creía que debía ser un bohemio, triste, depresiva y drástica. Pronto comprendí que la ausencia de hambre, depresión y pesimismo también pueden resultar poéticos y bohemios. La tristeza no va implícita en la vida de los artistas. Tampoco la locura. No se debe generalizar aunque la mayoría de artistas, dicen, estén locos. 

El caso de Jeanne Hébuterne es el siguiente: No pudo soportar la muerte de su infiel amante Amadeo Modigliani, con quien compartía hogar y una hija en una callejuela de París. Embarazada, dejó caer su cuerpo de espaldas desde la ventana del quinto piso y quedó sellado un pacto prematuro con la Muerte que, ese día, se levantó temprano y de mal humor. Jeanne Hébuterne tenía diecinueve años. Hoy, París no se enluta para conmemorar a la hermosa pintora. Eclipsada por la sombra de su amante, la muchacha nunca fue valorada como artista. Ni siquiera hay una placa metálica sobre el punto del pavimento donde el cuerpo de Jeanne Hébutere perdió su vida y la que albergaba en las entrañas. Vila-Matas dice que lo de la placa sería un hermoso detalle en la rue Amyot número ocho, como el que tuvieron con John Lennon. Pero Jeanne Hébuterne no será considerada artista. Jeanne Hébuterne sólo es una loca más del romanticismo, que se quitó la vida por un arrebato, como una mimada, sin contar con nadie. Pobre Jeanne...

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