De entrada, no tenía intenciones de matar a nadie. Su hermano apareció en lo alto de la escalinata de mármol; la tiniebla nocturna, su rostro plateado por la luna. Isla le miró asustada. "Déjame en paz, idiota. Me has dado un susto de muerte" inquirió ella mientras le apartaba a empujones. Sebastián no se movió. Estaba pasmado ante ella con dos bocas de metro negras por pupilas. Isla intentó apartarle de nuevo pero él estaba tieso y comenzó a reírse. Sebastián encarnaba cualquier papel a la perfección; el de la Muerte se le daba particularmente bien y, aquella noche, a Isla le producía escalofríos. "¡Deja de asustarme, Muerte asquerosa!" Pero Sebastián se abalanzó sobre ella, o eso recuerda Isla. Le tapó la boca con una fuerza inpropia de él y, con la otra mano, la toqueteó por todas partes, hurgando bajo su jersey y lamiéndole el cuello y la cara. Isla no podía gritar, su hermano le había tapado la boca a conciencia, haciendo ventosa con su mano adolescente extrañamente fuerte y poderosa. Bastó con un golpe de rodilla entre las piernas y un empujón para desprenderse de él. Sebastián se tambaleó y dejó de reírse, con su cara de Muerte. Isla no intentó sujetarle, simplemente le dejó despeñarse por la escalinata de mármol blanco hasta que lo vio, abajo del todo, muerto. Isla había matado a la Muerte. Lo dejó hasta el día siguiente, en que toda la familia estaba revolucionada con la muerte de Sebastián. Retiraron el cadáver y limpiaron la enorme laguna de sangre que se había formado a su alrededor. Isla no lloró en el funeral.
Durante los meses que siguieron a la muerte de Sebastián, el inmundo charco de sangre permaneció allí, colándose por debajo de las puertas de las habitaciones y pasillos adyacentes. Isla comenzó a no soportarlo. Igual que no soportaba que Sebastián se sentase a la mesa todas las noches con su mirada acusadora. Isla gritaba y rompía cosas. Demandaba que limpiaran la sangre de Sebastián a toda costa. Los demás la tomaban por loca. Una mañana, Isla comprendió que cuando pides algo gritando siempre te toman por loca, y decidió acercarse amablemente a sus hermanos para que limpiaran, si no les resultaba muy molesto, el inmundo lago de sangre que comenzaba a extenderse por toda la casa. Pensó que, tal vez así, la escucharían.
En lugar de eso, mandaron a Isla al campo una temporada, alegando que le vendría bien la brisa de los pinos y que le había afectado en exceso la muerte de su hermano. Nadie sabía que no era necesario aislarla, pues ella ya lo estaba de manera natural. Isla lejana del océano. Isla perdida. Isla desolada. "Aislado viene de Isla" pensaba la niña.
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