lunes, 27 de junio de 2011

Prejuicios y miedo

Era un negro de la calle.
Lloraba mucho.
Nunca imaginé que los negros pudieran llorar así.
Al principio pensé que era un borracho.
Yo no tenía la culpa
Lo más lógico era pensar que era un borracho. 
No era normal que un negro harapiento llorase de aquella manera.
Estaba en el paseo marítimo.
Vestía una ropa andrajosa y llena de mugre
y con las mangas de esa misma ropa se secaba las lágrimas de la cara. 
Al principio pensé que era un borracho.
Al principio tenía miedo.
Al principio no quería acercarme. 
Al principio creí que me haría daño.
Nunca imaginé que los negros pudieran llorar así.
Yo por si acaso me acerqué 
Le pregunté si estaba bien.
Me miró con terror en sus ojos enormes.
Aquello no eran lágrimas
Aquello eran lagrimones.
Lloraba como no he visto llorar a nadie. 
"Comida" me dijo.
Le pregunté si tenía familia
Señaló el mar con un dedo impreciso.
"No. Solo. Solo, solo, solo..." 
No podía hablar. 
Las lágrimas no le dejaban hablar.
Entonces pensé:
"Los negros lloran como nosotros. 
Los negros  sufren como nosotros.
Los negros también tienen familia"
Los negros no son fantasmas lejanos de ese país de mundiales de fútbol.
Ese país de tribus negras con cabezas blancas clavadas en sus lanzas.
Ese país donde los millonarios de Marbella van de safari y vuelven con animales muertos para el ajuar de sus hijas.
Ese país está aquí
"Esto"señalé al negro harapiento mientras miraba indignada a los transeuntes 
"Esto es África".
Nadie hacía nada.
Le veían llorar y no hacían nada. 
Todos le miraban sin verle.
Todos pasaban de largo.
Es más fácil no ver. 
Es más fácil no comprometerse.
¿Es que nadie iba a hacer nada?
Tantos transeuntes
Tantos ojos
¿Dónde están esos ojos?
Nadie hacía nada.
Impotente yo le di veinte euros.
Veinte euros.
No tenía más.
No tenía más.
Le di lo que llevaba encima.
No tenía más.
No pude hacer más. 
Me hizo reverencias.
Reverencias, como a una diosa.
Me indigné. 
"Comida".
Comida para hoy. 
Para hoy. 
¿Y mañana?
Mañana otra vez lágrimas.
Mañana otra vez.
Me quise morir.
Aquello no bastaba,
Aquello no era nada. 
¿Cuándo nos daremos cuenta de que las limosnas no valen para nada?
¿Cuándo nos daremos cuenta de que al mundo hay que mirarlo a la cara?
Debí hacer algo más. 
Debí hacerlo pero no lo hice. 


Marina B.

2 comentarios:

  1. Lamentable, muy lamentable.
    Las cosas están así. Impotencia es poco lo que provoca estas situaciones.
    No podías hacer mucho más, para terminar con esto no es suficiente un par de manos, si no, todas.

    No te sientas mal, seguro que tú eres la que más ha hecho por él en todo el día.

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  2. Mientras no tengas nada mayor para ofrecerle, los 20 euros son lo mejor que podías hacer. Piénsalo. No tienes grandes fortunas que invertir en ayudar a toda esa gente que lo necesita ni un trabajo para ofrecerle y que le ayude a salir adelante. Pero ese día, con esos 20 euros, seguro que comió mejor que en otros momentos más jodidos de su vida en los que nadie se paró siquiera a darle un euro o dos. Tú le diste 20.

    Y aunque joda, aunque todo sea una mierda, aunque sea pan para hoy y hambre para mañana, es lo que estaba en tu mano en ese momento. Y ya es algo grande.

    Un beso enorme.

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