lunes, 1 de agosto de 2011

Isla también piensa. Parte 5















"Eres una niña muy especial". Fue el primer murmuro que escuchó Isla por parte de Sebastián una noche que se le metió en la cama después de haberse colocado. Isla le echo mientras él se carcajeaba. Forcejearon mucho aunque no llegó a matarle (homicidio accidental, habría de alegar la muchacha si le preguntaran). Sebastián estaba loco y ebrio de no se sabía muy bien qué. Isla estaba enfadada. De pronto pensó en las fotos de Sebastián de pequeño, con su flequillo rubio cayéndole por la frente, y esos ojitos azules, tristes, azules y tristes como el blues. Isla sintió pena y pidió amablemente al rubio que la dejase en paz. Pensó en Sebastián tanto que incluso llegó a sentir que le quería tanto como Julia - a veces el ser humano es tan extraño-. Julia le habría secado las lágrimas y le habría acariciado la nuca blanca. Habrían hecho el amor. Pero Isla no estaba dispuesta. "Deja de llorar, Sebastián y lárgate".
Sebastián luchó con la cerradura para salir pero, algo le impedía abrir la puerta. Una fuerza sobrenatural le obligaba a permanecer con Isla, allí dentro. Le obligaba a permanecer con aquella hermana que tan poquito le soportaba a pesar de que, algo en su fuero interno la forzaba a quererle secretamente y a su manera. "Mi pequeña Isla dejada de la mano de Dios". La intentó besar pero la pequeña Isla fue más rápida. Sintió náuseas, era una niña y Sebastián ya era casi un adulto. Tuvieron que dormir en el suelo ambos dos, porque la cama se había transformado en un montón inmenso de plumones blancos. Algunos flotaban en el aire y caían medio planeando hasta posarse, como mariposas casuales, sobre la cabeza y los hombros de Isla.
Sebastián estaba tumbado en el suelo y sonreía. Sus lágrimas caían tibias y lentas por sus blancas mejillas. "Julia..."
Después ocultó el hermoso cielo de sus ojos con sus párpados de seda y sus lágrimas apelotonadas de agua salada.
Aquella noche extraña fue el secreto mejor guardado de los dos hermanos. Isla esquivó unas cuantas plumas hasta alcanzar la puerta para intentar abrirla. Fue sencillo, sólo había que girar el picaporte. El pasillo estaba oscuro y de pronto la pequeña Isla sintió un escalofrío. Se giró sobre sus pasos, cerró la puerta y se apoyó sobre ella mirando el cuerpo dormido de su hermano, cubierto de plumas, sobre la madera del suelo de su cuarto. No se sintió con valor para despertarlo y pedirle de nuevo que se largase de allí. Tampoco se había portado tan mal en esa ocasión. Isla se tumbó sobre la madera junto al hermoso Sebastián y, sin comprenderlo muy bien, no pudo contener el impulso de darle un casto beso en los labios. "Buenas noches, poeta loco. No vuelvas a molestarme y todos en paz". Cientos de pajarillos revolotearon alrededor de los hermanos y profirieron burlas en griego clásico. "Isla y Sebastián, sentados en un árbol, dándose besitos en el piquito" dijo uno de ellos. Isla se enfurruñó y lanzó al aire un puñado de plumones blancos. "Te odio tantísimo".
Isla también se estaba durmiendo. Sintió cerca del suyo el ahora manso y frágil corazón de gorrioncillo de Sebastián, latiendo como una constante vital. Cuando los pájaros se fueron callando, Isla fue lentamente cerrando los ojos y pensó en su adorada hermana Julia, tan sola en su habitación, sin el calor infinito de Sebastián...
Sería un secreto.

1 comentario:

  1. Qué curioso texto, me gustó mucho lo que describiste con los plumones blancos, y la belleza de los dos hermanos... y me encantó el nombre de "Isla" :)
    Y qué genial tu header con la foto de The Virgin Suicides, y la foto de Cecilia ;)

    un besito!

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