lunes, 9 de enero de 2012

La tradición de las chicas de Peter

El muchachito se encaminó a mí, casi levitando, con una mirada inquisidora. 

-¿Un dedal?

        Estaba tan cerca de mí que sentía su aliento de pan dulce. No pude contener las ganas de estamparle un suave beso en los labios. Atónito, Peter me miró de arriba a abajo mientras se llevaba los dedos a sus labios rojos y húmedos. Sonreí inevitablemente y, para mi sorpresa, él también sonrió. Me llenó la boca de dedales en una décima de segundo. Le aparté riendo.
- Espera, espera...¿Qué haces?
- Darte dedales. Son un regalo bonito.
- Hemos ido directos al grano, sin protocolo.

       No contestó. Revoloteó por la habitación, curioso. Le pregunté por Campanilla. Me dijo que probablemente estuviera muerta. La recordaba vagamente, dijo. Yo le contemplaba absorta flotar dentro de mi cuarto, como una mariposilla alegre. Entonces decidí buscar en el cajón de mi mesita hasta que encontré un colgante en el que ponía mi nombre con letras egipcias y se lo entregué. 

- ¿Qué es eso?
- Un beso.

Sonreí. Me gustaba seguir con la tradición de las chicas de Peter. Seguro que siempre había sido así, desde tiempos de Wendy Darling. Se lo colgué del cuello. El lo miró con orgullo y me entregó un ramito de lavanda que llevaba entre las hojas de su traje tan bien confeccionado. 
Guardé las flores en una cajita. La habitación huele siempre a Peter Pan. No estoy segura de que sean lavandas, aunque tenían todo el aspecto, desde luego no olían así. Olían como a felicidad. No tenían ese aroma fuerte de la lavanda. 

- No es posible que te cayeras del cochecito, Lucy. Yo habría notado que te habías caído. Las hadas de Kensington Gardens me habrían avisado. Tú no deberías estar aquí. Tendrías que estar conmigo divirtiéndote siempre.
- ¿En Nunca Jamás?
- ¡Sí! ¡Con los niños perdidos! Estarán deseando que los conozcas. Además te contaremos cuentos.
- ¿Cuentos? ¿Tú sabes contar cuentos?
- Claro que sé. Sé muchas cosas. 
- ¿No será que sabes contar cuentos porque alguien te los contó una vez?
- ¿A mí? Qué estupidez, siempre he sabido contar cuentos. No necesito una madre. Las madres son odiosas. Ven conmigo...Te enseñaré a volar, Lucy.

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